martes, 5 de marzo de 2013

Ultracatolicismo por bandera.

A Jorge Fernández Díaz se le ocurrió abrir el baúl de los recuerdos en la embajada española en Roma.
En un coloquio sobre "Religión y Espacio Público" (en el que no dudo que se encontraba muy cómodo) defendió a capa y espada su idea sobre el matrimonio homosexual y la religión en la educación PÚBLICA.


Ante la primera y peliaguda cuestión, no mostró ni un ápice de respeto al afirmar que el gobierno no puede proteger el matrimonio homosexual porque este pone en peligro la perpetuidad de la especie. ¿Es que acaso no existe la inseminación artificial? ¿Quién dice que no pueden tener hijos? Que un ministro del interior descalifique a los hijos de padres del mismo sexo a un rango inferior al de cualquier pareja heterosexual es vergonzoso.
Moralidad a parte, este señor debería saber que estamos en democracia y que está desoyendo a un órgano superior, el Tribunal Constitucional que eliminó cualquier duda legal sobre la legitimidad del matrimonio homosexual aprobada ya en 2005 por el gobierno de Jose Luís Rodríguez Zapatero. ¿Hasta cuándo va a tener que esconderse y temer este colectivo? ¿Cuándo llegará la igualdad? ¿Acaso no merecen los matrimonios ya satisfechos con esta ley la certeza de que no llegará el día en que ilegalicen su estado? ¿No deberían los políticos luchar contra la homofobia y otras formas de discriminación?




Si poco le importan las minorías homosexuales es porque dedica toda su humanidad a defender a capa y espada al pueblo católico. Y es que también tuvo tiempo para entrar en educación (por si le faltaba leña al fuego). Para don Jorge Fernández la reforma en materia religiosa en fundamental pues esta asignatura debe tener el mismo peso que otras fundamentales (y las mismas horas, suponemos).
Este debate es más que antiguo, pero puesto que la derecha en este país prefiere satisfacer viejos ideales en lugar de sacarnos de esta crisis o realizar medidas progresistas, no queda otra que reabrirlo.
España es un país aconfesional y el dinero de la enseñanza pública sale de los bolsillos de todos y cada uno de los ciudadanos... ¿Por qué se oferta una religión y no todas? ¿Por qué si me hago budista deberé pagar porque otros sean católicos? Me dicen: Son la mayoria... ¡MENTIRA! ¿Cuantos cursos hacen falta para formar una clase de religión en nuestro instituto, a ver? Y eso que estamos en el sur, lo más religioso por excelencia.
No me malinterpretéis no pretendo perjudicar en grado alguno a quién libremente se considera católico, pueden seguir siéndolo pero en las iglesias y otros ambientes más propicios. El que quiera que se bautice, comulgue, se confirme, haga voluntariado, se apunte a un coro...
Defenderán mucho más la libertad, serán más coherentes, su motivación será mayor y sobretodo los demás no deberemos pagar porque ellos quieran.

Lorena Rodríguez Orozco.

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