Con el festival en su recta final, el Sónar ha encontrado la solución a los problemas de densidad de público y aglomeración que se le habían presentado en el entorno museístico que lo vio nacer, el CCCB. La muda hacia el recinto ferial de Montjuïc le aísla del barrio, situándolo en un espacio propio donde la conexión con el entorno se hace mucho más complicada, ya que hay que caminar un buen rato para encontrar una oferta de barrio que en el Raval estaba presente en cuanto salías del recinto, pero ha ganado muchas otras cosas que sin duda son más vitales para el festival. La principal, la habitabilidad.
En los cuatro espacios del Sónar diurno se ha podido transitar con comodidad por vez primera desde hace unos cuantos años. No sólo eso, sino que dada la conducta del público en estos acontecimientos, la densidad de ocupación sólo se hace impenetrable por el centro, pero accediendo hasta el frontal de los escenarios por los laterales de la masa de espectadores, se puede alcanzar la primera fila sin problema alguno. Eso se pudo hacer en la tarde del viernes incluso en conciertos con tirón popular, caso del de Jamie Lidell. Además el Sónar gana un escenario cubierto en el auditorio que ahora alberga el SonarComplex, lo que abunda en la comodidad para seguir los conciertos de carácter menos bailable.
En nuestra opinión nosotras creemos que ha sido una grandísima idea la de ampliar el espacio de los conciertos ya que facilita acceder sin agobios a los espacios que se deseen visitar. Es mas que una buena idea, algo necesario para que no se produzcan accidentes indeseables como el del Madrid arena. En este caso el público podía transitar sin que ello se convierta en una heroicidad. Además de esta manera pudieron desarrollarse simultáneamente en el complejo diferentes conciertos, conferencias y actividades sin que se generen problemas de tránsito o de producción. El único problema han sido las colas para entrar en los lavabos pero pensamos que si lo mejoran para el año que viene no tendran ningún problema.
Realizado por: Elena Ferreiro y Ana Macías.
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